
El difícil reto
de dejar de ser el hijo único
para ser el hijo mayor
Para escribir este post sobre el hijo mayor, me he inspirado en el libro El primogénito, una posición especial entre hermanos, ed. Herder, escrito por la psicoterapeuta Jirina Prekop, psicóloga infantil y creadora de la Terapia de Contención.
Este artículo está dedicado a l@s primogénit@s, en honor a su destino especial por nacer el primero, y más tarde, por ser el mayor.
¿CÓMO ES PARA TU HIJO /A SER EL PRIMERO /A?
Es obvio que el hijo o hija mayor se comporta de manera muy diferente al segundo hijo, y así sucesivamente, a pesar de que tienen los mismos padres, y en principio, las mismas oportunidades para desarrollarse.
Con este post vas a comprender muchas de las actitudes y comportamientos de tu primer hijo, y cómo lo puedes acompañar para que viva una infancia más feliz desde su condición de mayor.
Tu primer hijo convivió con tus inseguridades y miedos de mamá primeriza:

El nacimiento de tu primer hijo fue, sin duda, uno de los acontecimientos más importantes en tu vida, pues este hecho te convirtió en madre.
Y en el pack de ser madre primeriza, a parte de la ilusión y el amor infinito por el nuevo ser, también iba incluida la inseguridad, el miedo y el ansia por proteger lo más preciado que, en ese momento, tenías en el mundo.
Quizás tu hijo, durante su desarrollo, deseó vivencias que nunca pudo experimentar a causa de tu fantasía catastrofista, o sintió agobio por tu sobreprotección excesiva, o hizo de tus miedos los suyos.
El precio de la sobreprotección obsesiva lo pagan muchos de los primeros, y se prolonga de por vida si se quedan siendo los hijos únicos. Pero, si por fortuna, nace un hermano, el foco de preocupaciones y de atenciones excesivas quedará repartido entre ellos.
Tu primer hijo fue el "blanco" de tus expectativas:

Suele ser en el primer hijo donde se concentran los anhelos, expectativas y sueños de la mayoría de madres. Tener expectativas en cuanto a sus conocimientos y habilidades suele favorecer el desarrollo del niño, pues enfocamos nuestra labor a que así sea, favoreciendo su desarrollo.
Pero no siempre es una bendición para un hijo crecer en un ambiente sobreestimulado y exigente en cuanto a su desempeño, pues puede sentirse asfixiado por las excesivas obligaciones y desarrollar un sentimiento de rechazo hacia los aprendizajes impuestos, o de incapacidad para él y de frustración para ti, al no sentirse a la altura de lo que se espera de él.
A veces ocurre que cuanto mayor es el orgullo que sientes por él, más teme por su lugar en la vida, y su miedo a decepcionarte puede que se sintomatice en forma de rebeldía o enfado, y en el peor de los casos, que su autoexigencia y su miedo a no contentarte le genere ansiedad, inquietud, trastornos del sueño u otras alteraciones psicosomáticas.
Lo que él desea hacer le confrontará con lo que tú deseas que haga, y este es uno de los peores males que ha de soportar el hijo mayor: no tener permiso para ser quien realmente es.
Quizás su llegada te supuso renuncias importantes para tu vida:

La llegada de un hijo, no siempre se vive con la misma celebridad, y menos si su presencia inesperada te confrontó con tus planes de vida: por la edad que tenías, la delicada situación económica, la incierta situación profesional, o quizás no te sentías acompañada por la pareja adecuada. En estas situaciones, la decisión de tirar para adelante un embarazo supuso renuncias importantes para tu vida, y el precio que pagaste no fue banal, como tampoco lo es para tu hijo tomar la vida al preció que te costó a ti.
Sufrió la transición de ser el hijo único a ser el hijo mayor:

Durante un período de tiempo, corto o largo, tu primer hijo fue tu foco exclusivo de atención, y nadie te va a cuestionar que, durante ese tiempo, fue lo que más quisiste en el mundo.
Hasta que nació tu segundo hijo, y tu amor infinito se multiplicó, y desde entonces llevas a los dos en tu corazón.
Pero el nacimiento de un hermano es uno de los retos más desafiantes en la biografía del primer hijo.
En la vida, todas las transiciones implican un duelo, pues dejamos una identidad conocida para identificarnos con otra nueva.
Perder su identidad como hijo único significó que su seguridad y autoestima que hasta ahora estaba forjando, comenzó a tambalearse.
Tu primer hijo soportó lo que hasta ahora no había experimentado: tu amor exclusivo que le rendías, pasó a ser compartido con un nuevo ser, que además, llegó para quedarse.
Se percató del cariño y la ternura con la que mirabas a tu siguiente hijo.
Su entorno estable y seguro al que estaba acostumbrado, cambió:
quizás tuvo que desplazarse a otra habitación para ubicar al pequeño. Tal vez lo dejaste de cargar en la mochila porta bebé y lo pasaste al carro, o del carro a caminar, dependiendo de las necesidades del recién nacido. A lo mejor experimentó cómo su horario de extraescolares aumentó, para que te sintieras más libre y descansada para el nuevo bebé.
Y lo más doloroso para él fue que tu nido-regazo, aquel lugar donde acudía cuando necesitaba sentirse seguro y a salvo, ahora estaba ocupado.
Seguro que también percibió cambios en ti, como madre, pues tu cansancio, excesiva sensibilidad y actitud imprevisible después de un nuevo parto, no te dejó indiferente.
En definitiva, sintió que pasó de ser tu Sol a convertirse en una estrella más de tu universo.
¡Fue una gran fortuna para él, si su padre pudo estar presente en estos momentos de confusión!
Pero no todos los cambios suponen pérdidas. En las crisis, para todos se nos abren nuevas oportunidades, y para tu mayor, también fue así. Él también ganó:

- Ganó si el nacimiento de su hermano le supuso una liberación de tu mirada tensa, exigente y avasalladora hacia él.
- Ganó si después de tanta sobreprotección y miramientos, acabó aburrido de la convivencia exclusiva con adultos. Esto suele ocurrir cuando ya tienen más de 3-4 años, que es cuando empiezan a verbalizar que desean tener un hermanito.
- Ganó si tuvo tiempo y la oportunidad de madurar su seguridad y confianza hacia ti, y comprobó que aunque tu nido-regazo estaba ocupado, siempre había un espacio para él cuando su inseguridad y sus miedos lo apremiaban.
- Ganó si superó su crisis de identidad cuando dejó de ser el único. Esto le hizo madurar su capacidad y recursos para afrontar, en un futuro, situaciones donde su identidad se verá comprometida.
- Ganó el reto de ser el mayor, la grandeza que esto implica para un ser tan pequeño, y lo que esto comporta: la capacidad de esperar, de tolerar frustraciones, de moderarse, de compartir, de socializarse y de ayudar a los demás. Aprendió a ser más autónomo y a tomar decisiones. Y para compensar la seguridad que perdió respecto a tu amor incondicional, desarrolló un gran desempeño para que lo siguieras amando.
- Superada la crisis inicial, ganó un compañero de juegos, un cómplice ante papá y mamá, un apoyo incuestionable para su vida, una compañía inocente que le hizo sentir mayor y sabio. Alguien que, a pesar de la rivalidades, lucharía por él hasta la extenuación.

Y lo más importante de todo, ganó un hermano o hermana: la persona con la que tendrá el vínculo más prolongado en el tiempo de su sistema familiar, la relación más duradera de su vida.
El siguiente video de Naran Xadul está dedicado a "los segundos hijos", que nacieron con la fortuna de convivir desde el primer día con un cómplice y guía para su vida, como es su hermano mayor. Además, su llegada fue la bendición para su hermano mayor, pues le otorgó la vivencia de ser el grande, con el aprendizaje para su vida que ello conlleva.
Pero no siempre los primogénitos disfrutan de la bendición de tener un hermano/a. A veces les cuesta adaptarse a las nuevas circunstancias.
ACTITUDES QUE MUESTRAN QUE A TU PRIMER HIJO LE QUEDÓ "GRANDE" SU NUEVO ROL DE HIJO MAYOR

Dependiendo de la edad, del desarrollo madurativo y de las experiencias vividas respecto a vuestra vinculación, puede que tu hijo mostró serias dificultades para identificarse con su nuevo rol de hijo mayor.
Esto es debido a que durante su etapa de hijo único, no logró afianzar un vínculo seguro y de confianza hacia ti.
Entonces tu hijo vivió reiteradamente el anhelo insatisfecho de encontrar seguridad a través de tu contacto, pues, por el motivo que fuera, mientras fue único no pudiste estar siempre disponible: Por ejemplo, si tuvo que pasar sus primeros momentos en la incubadora o en la nursería del hospital mientras tú te recuperabas del parto, o una hospitalización tuya o de él os mantuvo forzosamente separados, o vivió una precoz incursión en el jardín de infancia, o la depresión post-parto no te permitió disfrutar de su presencia sus primeros meses de vida, o su excesiva demanda, día y noche, te llevó a buscar soluciones desesperadas, como el método Estivill
A causa del atisbo de inseguridad y miedo por perder tu amor, y dependiendo de su carácter, recurrió a una de estas dos estrategias de supervivencia aparentemente antagónicas, pero posibles de ser vividas de manera conjugada durante un mismo período.
1. Demostró ser un hijo súper capaz para satisfacer tu deseo de que sea grande.

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Sin duda alguna, el cambio de pasar de ser hijo único a ser "el grande" le provocó un impacto a la identidad de tu mayor, acompañado de dolor por la pérdida de su ya conocido y cómodo rol.
Al percibir que perdió su seguridad de ser el único mirado y amado, sintió que su identidad y la seguridad que ésta le proporcionaba se desmoronaron, y quedó preso de una sensación de vacío. Entonces buscó el amor substituto en la conciencia de su propia grandeza y autonomía.
Se autoexigió en dar la talla como "el grande" para no decepcionarte ni a ti ni a su padre. Se presionó y se hizo una idea de sí mismo de que tiene que ser el mejor.
Se mostró arrogante y rival ante sus compañeros de clase, y desde entonces compite con ansia y miedo de que alguien (sus compañeros, y en el peor de los casos, su hermano), le pase por delante.
Reaccionó ansioso y depresivo ante sus fracasos. Y hoy, todavía, le cuesta perder en el juego. En su fantasía, desea cumplir tus expectativas de grandeza al máximo, para sentir que aún le quieres.
2. Mostró una notable regresión en su desarrollo: su mayor deseo (inconsciente) fue volver a ser un bebé.

¿Ocurrió que tu mayor, nada más nacer el nuevo bebé, se volvió a hacer pipí encima, se chupaba de nuevo el pulgar, exigía lo que ya había superado hacer sólo, como vestirse o ser alimentado?
Esto fue causado por el miedo y la inseguridad que sintió ante su novedoso lugar de mayor, y deseó recuperar el lugar que ese intruso acabado de llegar le arrebató: el conocido, cálido y amorosos nido-regazo de mamá.
Esto suele ocurrir si en seguida nació su hermano, o si le faltó tiempo o experiencia para forjar la seguridad y la confianza de que tu nido-regazo siempre estaba disponible para él.
És por este motivo que él generó un apego insano contigo, pues quiso ir hacia ti, pero en muchas ocasiones comprobó que no estabas disponible, o no estabas presente, o que tu nido-regazo estaba ocupado. La ansiedad que todavía sufre le provoca ser excesivamente demandante contigo, y a la vez, siente insatisfacción ( y a veces rechazo) del amor que le viene de ti. Se ha convertido en un hijo insatisfecho e insaciable.
Si no logras reparar este vínculo insano, tu hijo de mayor tendrá serias dificultades para poner límites y para tolerar las frustraciones con las que la vida le confronta.
LOS CELOS: "DE PRÍNCIPE A OVEJA NEGRA"
Sentir celos cuando nace un hermanito, forma parte de la etapa del desarrollo natural de tu hijo mayor.
Dependiendo de su edad y de la calidad del vínculo materno-filial que hayáis consolidado, superará con mayor o menor éxito y celeridad las incómodas consecuencias éstos.
¿Por qué los celos se comen a mi hijo mayor?

Los celos comienzan a ser dolorosos e insufribles para tu mayor cuando siente que con la llegada de su hermano, ha perdido su lugar y derechos en tu nido-regazo, pues su vivencia es que "ha sido substituido por el recién llegado". Esto implica una amenaza inconsciente para su seguridad, pues se cuestiona el amor que hasta ahora has sentido por él. "¿lo querrán más al pequeño que a mí?", se pregunta internamente tu mayor.
Si su desarrollo madurativo no es suficiente para superar los insufribles celos con éxito y brevedad, se sentirá inmerso en una inseguridad dolorosa acompañada de ansiedad, insatisfacción consigo mismo, sentimiento de culpa y fracaso, y su identidad recibirá un grave impacto: no sabe quién es ahora, ni la valúa que tiene, y lo peor de todo es que duda de cuánto amor sientes por él.
Constantemente pondrá a prueba tu amor, y cada vez que se te acabe la paciencia y actúes de manera imprevista, se irá convenciendo de que su amor propio ha tocado fondo. Se sentirá "la oveja negra de la familia"
Actitudes maternales que potencian los celos en el hijo mayor:
1. Apartar al mayor de la esfera del bebé:
El principal motivo por lo que esto ocurre es porque nos queremos sentir más libres y descansadas para atender las demandas de nuestro recién nacido. Entonces , unos meses previos al parto ya vamos acostumbrando a nuestro mayor a dejarlo en la guardería, o en el comedor escolar, o a extraescolares o a cargo de alguien de confianza mientras nos recuperamos de un complicado parto.
2. Comparar a nuestros hijos a medida que van creciendo:

Las tediosas comparaciones sólo provocan rivalidad y odio entre hermanos.
Generalmente, el que sean del mismo sexo favorece la tensión, y mientras menor sea la diferencia de edad, mayor es la competencia entre ellos.
Si la diferencia de edad entre tus dos hijos es menor de 2 años, se corre el riesgo de que se de la "competencia por situación gemelar". Esto ocurre cuando el mayor todavía está muy necesitado de la seguridad que le proporciona tu nido-regazo, pero se le exige que sea el más fuerte, el más autónomo y el más grande, sin que le haya dado tiempo de afianzar los cimientos de su seguridad.
Es probable que con el paso de los años, el pequeño, empujado por su afán competitivo de no ser menos, supere en habilidades y talentos a su hermano mayor. Ni qué decir tiene las consecuencias destructivas para la relación entre los hermanos que supondría esta comparación emitida por los padres.
3. Inconscientemente, se siente preferencia por uno de ellos:

Hay estudios que demuestran que las madres muestran mucha más disposición para comprender a su hijo varón, y los padres demuestran más debilidad y ternura hacia sus hijas.
INDICATIVOS QUE TE HACEN SOSPECHAR DE QUE TU HIJO MAYOR SIGUE SUFRIENDO DE CELOS

- Su actitud es rebelde y desafiante, y le cuesta obedecerte:
- A menudo está enfadado, o tiene berrinches y rabietas:
- Su actitud es egoista y manipuladora:
- Observas en él regresiones evolutivas:
- Se aísla y evita estar en familia:
- Le suele doler la barriga:
- Muestra síntomas psicosomáticos:

Con su rebeldía y actitud desafiante, tu hijo pretende poner a prueba tu amor incondicional hacia él. También aprovecha para hacerte saber, a su manera, que siente una tremenda oposición a como son las cosas, ahora que ha nacido su hermano.
Él sabe que la manera para rebelarse que más te va a provocar es negándose a realizar los hábitos y rutinas con los que tanta energía estás invirtiendo para su educación. Entonces tu hijo se escabulle de lavarse los dientes, le cuesta recoger los juguetes, se enrabia a la hora de hacer los deberes...
El enfado suele estar generado por la desconfianza de que no siempre estás disponible para él, al menos como antes de que naciera el nuevo bebé. Es como si quisiera ir hacia ti, pero tiene miedo a no encontrar su espacio en tu regazo, pues ahora está ocupado. De aquí viene su frustración e intolerancia cuando le dices "no" a su actitud desafiante. Este tipo de enfado suele ir acompañado de rechazo al contacto físico, a los besos y caricias.
Con los berrinches y rabietas vuelve a poner a prueba tu amor incondicional hacia él. Se cuestiona: ¿Mamá también me ama si no paro quieto, si soy travieso? Y si pido lo que necesito llorando y gritando, como hace el bebé, ¿me querrá como a él?
Pero cuanto más desesperadamente intenta llamar tu atención, menos aceptado se siente, más miedo tiene por su pérdida de seguridad ante ti, y todavía más desesperado se muestra. Entra en el bucle del pez que se muerde la cola.
No soporta que su hermano le toque sus juguetes. Le cuesta compartir sus pertenencias y suele desear lo que los demás poseen. Desarrolla recursos para apropiarse de aquello que anhela, pues si se frustró luchando por el amor de mamá, ahora lo intentará con lo material. Para ello, puede servirse de la inocencia de los más débiles.
Cuando nace el hermano, algunos niños se ven inundados por la nostalgia y el deseo de ser tan pequeño como su hermanito.
Al mayor se le exige que explique sus sentimientos y necesidades con palabras, pues ya es grande. En cambio, al hermano recién llegado, al primer grito corremos para atender lo que necesite.
Tampoco entiende las reprimendas cuando se le escapa el pipí o la caca, mientras que le cambiamos los pañales al bebé con delicadeza y amor, y encima complacientes si el pañal contiene "regalo".
Entonces el niño decide que no le sale a cuenta esforzarse para ser mayor: mejor imita la conducta de su hermano pequeño, y de esta manera se imagina que así recuperará su trono perdido.
Entonces vuelve a pedir ayuda para vestirse, se mancha mientras come, se hace el pipí encima (pues el líquido calentito le recuerda la época esplendorosa en la que mamá le cambiaba los pañales con cariño), te pide compañía para dormir, deja de hablar con claridad y balbucea como hace el nuevo rey.
Esto ocurre si se siente traicionado porque en su vivencia te ve alejada, y de manera inconsciente te paga con la misma moneda.
Entonces se crea su mundo fantástico que él puede controlar a su antojo, jugando sólo en un rincón, con amigos imaginarios, situaciones fantásticas .... donde cada objeto responde como él desea. En su mundo, todo está controlado.
También puede pasar que en sus ganas de aislarse, se quede enganchado a las pantallas en cualquiera de sus versiones: TV, video-juegos, internet..., buscando un substitutorio de compañía y atención.


Este es el malestar físico por excelencia para llamar tu atención. Comprueba que si te lo sientas en tu regazo, y lo envuelves en tus brazos, ni se va a acordar.
Es largo el listado de síntomas psico-somáticos que puede expresar tu hijo a causa del sufrimiento extremo que le provocan los celos: ansiedad, depresión, inquietud, agresividad, desmotivación, dificultad para mantener la atención, pérdida del hambre, trastorno del sueño...
CONSEJOS PARA ACOMPAÑAR A TU HIJO EN LA DIFÍCIL TRANSICIÓN DE SER EL HIJO ÚNICO A SER EL MAYOR
